La historia de Tortoka nace de la amistad entre ambos, forjada vendimia tras vendimia. Cada año, en época de cosecha, Otegi regresa desde el País Vasco a Mil Suelos para sumarse al equipo, aportando su perfeccionismo y conocimiento. Su trayectoria en la elaboración de sidras de hielo en su tierra natal lo llevó a explorar el mundo del vino en Mendoza, donde encontró en Sejanovich un compañero de búsqueda y en nuestra bodega, un segundo hogar.